Espai Carmen Thyssen Sant Feliu de Guíxols
HOMENATGE A GARRETA
Alex Pallí (Sant Feliu de Guíxols, 1972) ha construido una poética visual que trasciende el gesto meramente pictórico. Más allá de una figuración o de la transmisión narrativa, su trabajo se orienta hacia una cartografía del sonido y la temporalidad, una arquitectura emocional donde cada trazo dialoga con resonancias de un inconsciente colectivo. Desde mediados de los años noventa, Pallí ha consolidado un lenguaje visual que dialoga con el pensamiento más allá de la representación.
El proyecto Danza cromática se inscribe como una extensión de este universo, pero adoptando la música de Juli Garreta como motivo estructural. No se trata de traducir notas en pigmentos, sino de reproducir su "atributo arquitectónico" —la estructura, la respiración, la ruptura— como si el color fuera una síncope, como si el trazo fuera una respiración orquestal. El monasterio, con su geometría histórica, actúa como una caja de resonancia: cada mancha sobre el lienzo no resuena solo al gesto, sino también al recuerdo, al vacío y al espacio no delimitado.
Partiendo de esta premisa, la obra de Pallí tiene vinculos conceptuales en las series anteriores: en Big Data, donde la tensión entre píxel y mancha evoca la imposibilidad de escindir experiencia y cuantificación; en Smashed Forms, que acusa el Big Bang del gesto plástico y la formación de partículas cromáticas que desbordan el marco; y en Happening, el gran evento-imagen en el que la celebración de la abundancia pictórica se convierte en territorio de la intuición más que de la interpretación. Estas series funcionan como análogos heurísticos: son capas de referencia para entender la Danza cromática como confluencia de pulsiones primitivas, estructuras digitales y ritmo litúrgico.
La exploración libre de Pallí, que se despliega como una especie de arqueología emocional aplicada al color, reconoce la pintura como una matriz perceptiva—no como representación, sino como entidad activa. En este sentido, su obra encarna la dialéctica entre el control y la explosión: una restricción compositiva que no escatima energía, y un gesto que no abandona la rigurosidad. La música de Garreta, con su cadencia singular y mediterránea, no es un motivo visual: es una lógica interna que metarrepresenta su patrimonio afectivo dentro de cada pieza.
Finalmente, la Danza cromática nos provoca a abandonar la dicotomía pasado/presente. El proyecto no afirma que Garreta pinta con Pallí, sino que reconoce un mismo impulso fundamental: reinicializar la percepción. Como una partitura que se recompone, cada color y cada fractura son interrupciones que, aparentemente, fragmentan la superficie, pero en realidad generan su propio axioma de continuidad. Es un paisaje mental, construido entre la memoria colectiva y la libertad del gesto, que nos convoca a respirar esta sacudida perceptiva como un acto estético y filosófico.
